Evaluación de impacto de proyectos sociales: midiendo con propósito

El pasado jueves 8 de mayo, se realizó una nueva edición del Círculo de Sostenibilidad en la sede Presidente Errázuriz de la Universidad Adolfo Ibáñez. Esta vez, el foco estuvo puesto en un desafío cada vez más urgente para las organizaciones: cómo medir el impacto de los proyectos sociales.
El Círculo de Sostenibilidad es una instancia organizada por Brinca, en alianza con la Escuela de Negocios UAI, que busca generar espacios de conversación estratégica entre líderes del sector privado, público y académico en torno a los desafíos que implica integrar la sostenibilidad en la gestión corporativa. En esta ocasión, el evento fue moderado por Pablo Correa, Gerente Comercial y socio fundador de Brinca, y reunió a expertos de la misma consultora, así como de CMPC, Mallplaza y la UAI.
¿Qué significa realmente generar impacto? La experiencia de CMPC
Durante su intervención, José Francisco Fernández, líder de sostenibilidad social en CMPC, abordó una distinción fundamental: no es lo mismo medir resultados que evaluar impacto. Mientras los resultados muestran si ocurrió algo, el impacto busca responder si ese cambio puede atribuirse directamente al proyecto.
Para una empresa como CMPC —con más de 1.800 iniciativas comunitarias implementadas solo en 2024— la clave está en aplicar la evaluación adecuada según la etapa, los objetivos y la factibilidad del proyecto. En algunos casos, como el programa Criando y Creciendo, la organización ha usado metodologías cuasi-experimentales para medir impactos concretos como la mejora de competencias parentales. En otros, como su alianza con Duoc UC en Nacimiento, se han enfocado en resultados intermedios que permiten guiar y ajustar el proceso de implementación.
“El proceso de evaluar debe responder a una necesidad real”, señaló. Evaluar no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para priorizar, ajustar, escalar o comunicar.
Mallplaza: ser un buen vecino también se mide
Desde Mallplaza, Juliana Correal, Subgerente ESG, compartió cómo la medición de impacto ha ido tomando forma dentro de la estrategia ESG de la empresa. Bajo el lema “un vecino para siempre”, la compañía busca generar valor social sostenido en los territorios donde se instala, a través de programas como Plaza Emprende o la Academia Mallplaza, que impulsa proyectos locales junto a organizaciones como Junto al Barrio.
Para lograr esto, están construyendo un enfoque más sistemático de medición, con énfasis en la estandarización y trazabilidad. “No se trata sólo de cuántas personas participaron, sino de si los proyectos están generando el cambio que buscamos”, explicó.
De hecho, uno de sus compromisos públicos es impactar positivamente a un millón de personas al 2028, una meta ambiciosa que requiere más que buenas intenciones: requiere métodos, datos y foco estratégico.
Conversaciones necesarias: diseñar proyectos con impacto desde el inicio
El evento cerró con un panel conversatorio en el que participaron José Manuel Morales, CEO de Brinca, y Esteban Koberg, académico de la UAI, junto a los ponentes principales. La conversación giró en torno a cómo integrar la medición de impacto desde el diseño de los proyectos.
Uno de los puntos en común fue la importancia de partir con una teoría del cambio clara y realista.
“No hay que tener vergüenza de no tener una teoría del cambio perfecta. Lo esencial es tener claro qué resultado queremos lograr”, planteó José Francisco.
Juliana sumó que esa claridad evita la parálisis por perfección:
“A veces, por querer salir con el proyecto ideal, terminamos tardando demasiado. Hay que aterrizar las expectativas y evitar excesos de indicadores”.
Desde la academia, Esteban destacó el valor de los resultados intermedios como señales del camino: “Te permiten ver si el proyecto escala, si avanza, si se estanca. Medir impacto no es solo un gran ‘antes y después’, también es gestionar el durante”.
Se conversó también sobre el retorno de la inversión social, entendiendo que no siempre se mide en rentabilidad económica. Muchas veces, el valor está en la reputación, la legitimidad o el fortalecimiento del vínculo con las comunidades. Como señaló Juliana:
“El SROI (Social Return on Investment) permite pararse frente a un directorio con evidencia del valor que generan los programas sociales, incluso cuando ese valor no se traduce directamente en ingresos.”
Finalmente, surgió una reflexión clave: abordar los proyectos sociales con una mentalidad de experimentación. No todo saldrá bien desde el inicio. Habrá frustraciones, aprendizajes y cambios de rumbo. Pero lo importante es tener la flexibilidad para ajustar y el coraje para soltar cuando sea necesario.
Galería de fotos
¿Te gustaría saber más?
CONVERSEMOS